jueves, marzo 19, 2009

HEDONISMOMARQUELIANO

edén


El fin de semana pasado, tuve la oportunidad de ir a una playa sensacional en el estado de Guerrero. Su nombre: Playa Bocana en Marquelia. Es un edén. La comida es rica, la playa es limpia, el Sol no se cansa de quemar hidrógeno para convertirlo en helio y elevar la temperatura, el mar no se cansa de generar olas para deleite de sus espectadores. Ir a esa playa es todo un festín, para los cinco sentidos.

La vista se deleita con el Sol, las olas rompiendo en la orilla, la fauna propia del lugar, las palmeras, el cielo salpicado por un gogol de estrellas durante la noche (Todavía recuerdo el baño de "a 20G estrellas" que me dí), observar la luna naranja en el horizonte cuando emerge en la madrugada, el fotoplancton verde fosforescente que se observa rascando la arena cerca del mar en la noche. El observar los pelicanos volando a centímetros por encima de las olas es un espectáculo que rara vez se ve. En realidad no me imagino el tamaño del festín si pudieramos observar una región más grande del espectro electromagnético, ya que recordemos que nuestra visión se limita a unas pocas longitudes de onda. Además pasa algo muy curioso, los humanos se comportan de manera muy extraña cuando se encuentran cerca del mar....(ver blog del chango en su edición del 18 de marzo del 2009)

El gusto junto con el olfato (los junto dado que el sabor se consolida con el olor) no se quedan atrás, de igual manera se deleitan por los manjares propios de la región. ¿Qué tal un filete de pescado al mojo de ajo?, o un cóctel de camarones, mejor aún, unos camarones empanizados. Pero qué tal con una temperatura ambiente de 30° una michelada playera a punto de frape, o en su defecto una Yoli bien fría, o para no perder la costumbre una Coca a punto de congelarse. Que me dicen de un Coco con su popote para conseguir la bebida vivificante y no dejar ninguna gota y despues degustar la carne del coco con un sabor picante (yo sé que salivaron). En fín en verdad regresé con un gran sabor de boca, no sin antes agradecer las habilidades culinarias que Doña Benny -la matrona del lugar - ha forjado en sus años. Todos los sabores, amargos, ácidos, salados y dulces se dan cita en éste estilo culinario, lo cuál se agradece y en gran medida.

El olor del mar es muy característico, indescriptible. Ni modo se me olvido llevarme mi atrapador de olores, pero lo recuerdo con mi memoria olfativa.

La sensación de tocar la arena con los pies, en verdad es única, sentir el agua del mar fría o a temperatura ambiente, es uno de los regalos que el cosmos dá a los mortales. Siempre que voy en carretera rumbo a una playa, no espero el momento para estar en la última caseta, bajar la ventana estirar el brazo fuera de la nave y sentir el ambiente "pegajoso" cortesía de la brisa, indicador inequívoco que el mar esta cerca y, junto con él, el delite de todos los sentidos.

Sin duda lo que más me gustó es cuando iba corriendo a la orilla de la playa -cumpliendo un reto- y llegué a una parte donde las olas rompían con tanta energía que la brisa de la ola me llegaba hasta la cara, cómo si el mar me dijera, "Refrescate y sigue corriendo", esa brisa en la cara era coucheo gratis del mar, una cosa bárbara.

Durmiendo a escasos 30-50 metros del mar, es inevitable escuchar el estruendo de las olas rompiendo en la costa, y dejar de sentir el retumbar del agua en la arena que se hacía extensivo hasta donde dormía. El ir y venir de la mar generan una sinfonía fenomenal que deleitaban a mis tímpanos, el caracol, los cilios, y finalmente llegaba a mis lóbulos temporales en donde se disparaban señales eléctricas en mis neuronas para que fuera consciente del sonido.

Sin duda el ir a la playa es toda una experiencia saturnal para los sentidos, digna de vivirse.



"Coronémonos en Marquelia, que mañana vamos a morir"
-Filósofo Marqueliano
MARQUELIA.MARqueAMARRA

Marquelia